martes, 11 de septiembre de 2007

San Francisco

Como lo prometido es deuda, llega el momento de relatar nuestra jornada maratoniana en San Francisco, en la que vimos muchas cosas, pero también fuimos haciendo una lista con las que veremos la próxima vez. Porque habrá una próxima vez, y pronto, a ser posible.

Como no podía ser de otra manera, y puesto que hay que empezar el día con energía, nos fuimos de cabeza a por el desayuno más enorme que pudimos encontrar. Y lo encontramos en el Pier 39, un muelle sacado directamente de una pelicula con surferillos, un carrusel, preciosas tiendas de chocolate (también de souvenirs) y hasta leones marinos.

Pero lo mejor de todo es llegar hasta el final del muelle y poder contemplar Alcatraz.

Es difícil de explicar la sensación que se tiene al estar tan cerca. Los presos podían oír perfectamente cómo la vida seguía fuera de los muros, al otro lado del agua. Nuestra intención era ir hasta allí en ferry y ver la prisión con uno de los tours que se organizan, pero todo estaba ocupado. Resulta que no puedes hacer planes de última hora el fin de semana del Labor Day. Es algo así como intentar algo para el puente de la Inmaculada la noche anterior. Así que es la primera de las anotaciones en nuestra lista.


Y como no podía ser de otra manera, y tras mucho caminar por calles eternas de empinadísimas cuestas, por fin estuvimos junto al Golden Gate.

Sólo los que hayan estado pueden hacerse una idea de por qué sonrío tanto en esta foto. Es precioso, sencillamente. No es simplemente un puente. Su imagen está tan grabada a fuego en mi memoria gracias a tantas peliculas y series de televisión que casi cuesta creer que es real. La vista de San Francisco desde el puente es incomparable. Una vez allí, cuesta marcharse.

El resto del día incluyó Chinatown, Little Italy, la Coit Tower con su estatua de Colón y las vistas panorámicas de las cuestas de la ciudad -si Steve McQueen hubiera pasado a mi lado conduciendo como un loco no me hubiera sorprendido-, la calle Lombard con los coches haciendo eses por su carretera serpenteante y, desde allí, el tranvía (que, eso no lo dicen, es como montar en una mini-montaña rusa).


Y de donde nos dejó el tranvía, al hotel. El hotel. Ésa sí que es otra historia. Digamos que nuestra pequeña habitación (pequeña es decir demasiado) no estaba en la mejor zona de SanFrancisco. Aunque he de decir que los pandilleros y traficantes no se metieron con nosotras en absoluto.

Tras una noche en la que, para nuestra sorpresa, dormimos estupendamente, llegó el momento de dejar la ciudad y volver a la realidad: un viaje en tren de una hora y uno en coche de unas seis. Pero no nos podíamos ir de San Francisco sin visitar Alamo Square, la plaza con las famosas casitas.

Y eso fue más o menos todo. La paliza fue tremenda, pero mereció la pena. La lista de lugares a visitar en nuestro próximo viaje es tremendamente larga, así que espero que podamos volver pronto.

Por cierto, S, el desayuno del último día incluyó un cupcake de chocolate blanco. Sé que tú especialmente sabrás apreciarlo. Ya estoy pensando en el brownie del Hearst Castle.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

es como si lo viviera pero no.que envidia!!

My Abbey Road dijo...

QUIERO CUPCAKE de CHOCOLATE BLANCO!!!ñamñamñam...de todas maneras esperemos que el cocinero del Hearst sea el mismo para cuando vayas...jejeje

siento la ausencia, a ver si mañana t puedo llamar sin problemas..es k ya sabes k los examenes...no paro en casa...KIERO K SE AKBEN YA!!!

bueno, tu preokupate de pasartelo bien y kurrar solo lo justo y necesario.ok?

mañ intento llamarte...

x cierto...kmo fue lo del 11S alli? en la tv m dijo MM que salio menos...por akello de k en la zona0 ya stan kon las obras...(yo hace que no veo la TV ni se K TRAGEDIA!!)

muaks